En el presente año 2023 se darán las elecciones nacionales en la República Argentina. Y con ello, las diferentes fuerzas políticas han comenzado la ardua carrera por ver quién oficializa primero sus listas y, sobre todo, por ver quién traiciona más sus propios ideales en pos de la obtención de algún cargo público.

En este contexto, el Kirchnerismo corre con una gran ventaja por sobre sus competidores.

En primera instancia, el ala más afín a la ex-presidente Cristina Fernández de Kirchner tuvo como candidato principal a tomar el cargo de presidente al ministro Eduardo “Wado” de Pedro; siendo este un candidato a priori ideal por su pasado de resistencia frente a la crisis del 2001 y su afinidad para con el gobierno actual.

Sin embargo, la primera gran contradicción del Kirchnerismo vendría en la elección del vicepresidente que acompañaría a “Wado” de Pedro. El elegido sería Juan Luis Manzur, gobernador de la provincia de Tucumán y reconocido por su ferviente posición anti-abortos y por haber obligado a una niña de 11 años, victima de abuso sexual, a parir frente a su voluntad y la de su familia.

De este modo, el Kirchnerismo -que desde su campaña electoral en el 2019 tuvo al aborto y el feminismo radical como pilares fundamentales de legitimación social- debería verse obligado a militar activamente a un gobernador pro-vida y acusado por violación a los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres. No obstante, la cosa lejos estuvo de terminar allí.

Tras el revuelo que generó esta potencial lista, el ala cristinista dió un paso atrás y, en su lugar, comenzó a apoyar -de la mano de la Organización militante Hector J. Cámpora- al actual ministro de economía Sergio Massa.

Esta nueva jugada terminó teniendo un impacto aún mayor en el espacio político y, principalmente, dentro del propio Kirchnerismo ya que, el propio Sergio Massa, durante toda su trayectoria política se ha caracterizado por alinearse al ala más dura del conservadurismo y el anti-kirchnerismo -e inclusive llegó a declarar que barrería a los militantes de la cámpora dentro del poder público. Así, sumó una nueva traición a sus ideales de las ya incontables que pueden divisarse, si se busca bien en los archivos pasados del Kirchnerismo (los llamados “Carpetazos”).

De este modo, el Kirchnerismo nos demuestra, una vez más, cómo en la Argentina reina la traición, la contradicción y la “rosca” política en pos de buscar hacerse de algún cargo público -perjudicando a la población general- ante el trabajo honesto y la búsqueda de una agencia colectiva honesta y limpia para encauzar el desarrollo nacional.

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