El hombre en una familia tiene un rol importantísimo: ser padre. Y este rol no es menos importante que el de una madre. Padre y madre son necesarios en la formación de un niño.

Numerosas estadísticas relacionan estrechamente la falta de un padre en el hogar con problemas en los hijos como ansiedad, depresión, abuso de sustancias químicas, baja autoestima, abortos, dificultades escolares, suicidio y otros problemas sociales y emocionales. No solo esto, sino que las madres también sufren, ya que el no tener a sus esposos al lado en la crianza y en el tiempo del embarazo, las afecta física y emocionalmente de manera negativa.

Y es que los padres juegan un papel primordial en la formación del carácter y la identidad de sus hijos. Son proveedores no solo de bienes materiales, sino también de amor, apoyo, ánimo, guía, protección y liderazgo. Un padre ayuda a afirmar en sus hijos el valor e importancia que tienen, les da seguridad, les brinda apoyo en todo momento y es un modelo a seguir, enseña con su propio ejemplo. Finalmente los hijos se convierten en amigos de sus padres cuando la tarea se ha llevado a cabo fielmente.

Lo triste es que eso no es lo que vemos hoy en día en muchas familias, los padres no están allí para sus hijos y los hombres no están cumpliendo su rol como deberían. La verdad es que la única manera en que un hombre puede cumplir eficazmente su rol de padre es siguiendo el ejemplo del mejor Padre. Dios es el Padre perfecto, y cuando los hombres son afirmados en su identidad y reciben de Dios ese amor y guía infalibles, ellos reflejarán en su paternidad lo que han aprendido.

Fue Dios quien estableció la familia y nos enseña cómo ella debería funcionar, es cuando abandonamos esos principios que solo vemos familias rotas e hijos perdidos. Pero encontramos esperanza al conocer la verdad respecto a la paternidad y al recordarle a los hombres su gran importancia en esta labor. “La paternidad puede ser la tarea más atemorizante del mundo, pero, entre todas las que un hombre puede aprender, es también la más importante y la más gratificante” (Josh McDowell, 1998).

Incluso si tú como hombre o como mujer, no tuviste un buen modelo de padre terrenal, Dios puede ser tu Padre celestial, y él no falla. Nadie sabe cómo ser padre de buenas a primeras, todo se aprende. Empieza con dedicar tiempo, primero como hijo con tu Padre celestial, y luego con tu hijo como padre terrenal.

 

Bibliografía

https://www.fatherhood.org/father-absence-statistic

https://americafirstpolicy.com/latest/20220215-fatherlessness-and-its-effects-on-american-society

McDowell, Josh (1998). El padre que yo quiero ser. Editorial Mundo Hispano.

https://www.youtube.com/watch?v=ROCSD7mPpGc