La persona es el hombre no una cualidad del hombre, y el ser de la persona es la vida del hombre”. (Spaemann). Entender quién es el hombre, es aprender a valorar la vida misma y su esencia natural, es aprender a respetarla vida y comprender la importancia de amarse así mismo por lo que es. Entender quién es el hombre es también saber la importancia que tiene la familia para el desarrollo de valores y plenitud humana, pero sobre todo para la comprensión de lo que es el verdadero amor. Esto nos ayuda a presentar una visión integral de la persona sin reduccionismos ideológicos.

El hombre es un fin en su mismo y por sí mismo, he nombrado el presente artículo de esta manera porque actualmente el hombre es visto como un objeto de placer, un ser que vive para satisfacer sus deseos e imponerlos a la sociedad. Debemos tomar en consideración que el hombre es un ser personal, una unión de cuerpo y alma, y por lo tanto no se puede vivir para satisfacer los deseos temporales sin tomar en cuenta nuestra alma, esencia personal y naturaleza humana.

Vivimos en un mundo en el que las ideologías y las tendencias de moda son las que rigen la razón del hombre y ya no la racionalidad en sí. Me parece importante que para poder defendernos de la nueva cultura que menoscaba la dignidad de la persona, es necesario entender como primer punto quién es la persona. Por un lado, como ya dijimos el cuerpo del hombre es signo de la persona que es su “titular” (su ser personal hace humano al cuerpo). Por otro lado, a través del alma humana se puede expresar voluntad y libertad o libre albedrío.

Entender la esencia del hombre y su valor intrínseco es necesario para comprender la importancia del respeto de la vida y la dignidad de la persona. Un ser humano no es un objeto que existe para satisfacer los placeres de alguien más. Un ser humano está formado por dos principios  como ya se mencionó, por un alma y un cuerpo que se complementan mutuamente[1].

Ahora debemos considerar el tema sobre la importancia de la diferencia entre varón y mujer. Una persona masculina no es igual a una persona femenina, pese a que tenga una dignidad personal igual, ambos tienen igualdad en capacidades, igualdad de oportunidades laborales, sociales, etc. sin embargo tanto varón y mujer poseen una naturaleza y esencia distinta. Ello se debe aceptar y respetar para evitar la deshumanización que se lleva a cabo por ideologías que eliminan toda diferencia entre ambos. De ello continuamos con el tema de familia, una vez entendiendo quién es el hombre y que tanto el hombre como la mujer poseen cualidades distintas que de una manera u otra se complementan entre ambos.

La familia se convierte en el lugar por excelencia en donde tanto varón como mujer pueden alcanzar su plenitud y complementarse entre sí. La familia se convierte en el camino por medio del cual se alcanza el amor personal porque el amor forma la familia. El amor es el carácter personal que vincula a las personas.

El hombre es capaz de formar una familia porque ama– la persona humana no sólo ama sino que es amor. La unión entre varón y mujer unidos por el amor y el cuidado de los hijos diferencia al hombre del resto de los seres. El amor es el vínculo familiar y es el origen de toda familia humana; el centro de donde ella nace. La familia natural nace del amor personal. Amar a la persona implica valorarla por quien es, es decir, por su ser. Para comprender el amor personal, es necesario atender a la familia humana como vehículo natural de acceso a él, porque la familia es esa unidad amorosa en la que se ama a cada quién por ser quien es. En la actualidad suele entenderse el amor humano como deseo sexual o sentimientos momentáneos. Si el amor es personal, habrá que entenderlo como don sincero y generoso de sí a otra persona.

Si el amor es personal, quien ama no es algo de alguien (su corazón, su voluntad, etc.) sino alguien y a alguien, no su cuerpo, belleza etc., sino a alguien. Amar es darse y aceptarse. La única no reduccionista del amor es la personal. La única actitud adecuada de trato con una persona, escribía K. Wojtyla en uno de sus primeros libros, es el amor[2], porque es la única que valora a la persona no como un medio, sino como fin, que es como se debe tratar a las personas, por ser quien es. Si la persona es amor, el amor no es medio sino fin. Como dice Juan Sélles, no se ama para algo, sino por amar, porque amar es ser feliz, es decir, es fin en sí.

Si a las personas se las valora como simples medios se les reduce a simples objetos de placer sin tener en cuenta a la persona como tal, su ser, sino determinados asuntos de la persona. Por eso, si no se ama a la persona sino algo de ella, no hay verdadero amor-matrimonio y ocurren los divorcios, porque no se sabe amar personalmente. Si no hay amor a la persona tal como ella es y, sobre todo, tal como está llamada a ser, no existe amor personal. Si el amor esponsal en el matrimonio manifiesta la unidad de la dualidad de la naturaleza y esencia humanas –varón-mujer–, y a la par la comunión interpersonal propia de cada persona, lo que en ellos se une no es sólo el cuerpo y el alma, sino las mismas personas. (Antropología para inconformes, Juan Fernando Sélles)

La diferencia entre varón-mujer recae en que el varón da amor para recibirlo, mientras que la mujer recibe amor para darlo, pero ambos en el nivel personal (aceptación y donación). En su unión, lo primero en ambos no es dar, sino aceptar.Si los dos cónyuges son en primer lugar aceptar, y de ahí la importancia respecto de los hijos, (aceptan un don personal) ello hace del matrimonio ser personal porque se abren a la vida de los hijos y por lo tanto, sólo puede ser matrimonio la unión que hace posible la procreación que se da solamente con varón-mujer.

[1] «no es el alma quien se compadece, aprende o discurre, sino el hombre en virtud del alma» (408b 15-16);

[2]    “El amor en cuanto virtud está orientado por la voluntad hacia el valor de la persona”, Amor y Responsabilidad, Madrid, Razón y Fe, 1969, 202.