La familia es una cuna de amor que nace a partir de una promesa recíproca, fruto del amor conyugal. Seguramente, las palabras más solemnes y sublimes que los cónyuges habrán escuchado son aquellas que acontecen una sola vez en la vida… ¿Prometes serle fiel, tanto en la prosperidad como en la adversidad, en la salud como en la enfermedad, amándola y respetándola durante toda su vida? Sí, quiero.

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La familia constituida sobre la roca sólida del matrimonio, es el lugar propicio en el cual nacemos, crecemos y nos desarrollamos. Un hogar cálido en el cual aprendemos a vivir en comunidad. Es dentro del núcleo familiar donde aprendemos a amar y a recibir amor de una manera incondicional, valorando a cada persona como un ser único e irrepetible, que merece todo nuestro respeto por el simple hecho de compartir la misma dignidad humana. En otras palabras, es en la familia donde aprendemos a superar nuestra individualidad para forjar un “nosotros” que nos permita descubrir aquel tesoro tan preciado: “Somos una familia”.

“La familia sigue siendo la célula básica de la sociedad y la primera escuela en la que los niños aprenden los valores humanos, espirituales y morales que los hacen capaces de ser faros de bondad, de integridad y de justicia en nuestras comunidades” (Papa Francisco)

family 11 edit 3Cuando una familia se encuentra construida sobre los lazos del amor, cada uno de sus miembros es querido de una manera peculiar, se puede compartir lágrimas y sonrisas en compañía del ser amado. Del mismo modo, sin el amparo de una familia la persona no podría subsistir. ¿Qué sería de una mujer embarazada sin los cuidados de su esposo? ¿Qué sería de un bebé sin el afecto de sus padres? ¿Qué sería de un anciano que ya no tiene fuerzas para valerse por sí mismo sin el cariño de sus hijos y nietos?, en definitiva, ¿Qué sería de una persona que se encuentra atravesando una enfermedad, sí no tiene un lecho en donde descansar, o alguien que le haga compañía? No existen dudas que el hombre es un ser familiar por naturaleza que no podría vivir sin el amor y cuidado de sus pares.

 “El futuro depende, en gran parte, de la familia, que lleva consigo el porvenir mismo de la sociedad; su papel especialísimo es el de contribuir eficazmente a un futuro de paz”(Juan Pablo II)

No tener una familia implica caer en la orfandad. Significa vivir en el mísero abandono, lejos de la compañía de los padres, hijos y hermanos. Entraña no tener personas a las cuales amar, ni de las cuales recibir amor. Solamente una sociedad individualista puede fomentar una forma de vida prescindiendo de la familia.

Los síntomas que sufre una sociedad cuyas células madres se encuentran enfermas son de la más diversa índole. Comenzando por la falta de un “sentido de pertenencia” de sus miembros, que los hace sumergirse en la soledad más profunda, hasta degustar el sabor amargo del egoísmo que se camufla en las fotos amarillas que reflejan la falta de compromiso conyugal (parejas que viven juntas y no se casan, el aumento del número de divorcios, los hijos que nacen fuera del matrimonio, la violencia domestica, la manipulación genética de embriones).

“Quienes atacan a la Familia no saben lo que hacen, porque no saben lo que deshacen” (G. K. Chesterton)

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Por lo tanto, sin la tierra fértil que es la familia, el corazón del hombre se transforma en un fruto seco cuyos latidos se silencian en las profundidades de la fría apatía. Se pierde el anhelo de amar a los demás y la capacidad de compartir los momentos y experiencias vividas. El corazón se vuelve un fruto inmaduro para amar y sus semillas se tornan estériles. Una sociedad que somete a la familia, es una sociedad que tarde o temprano terminará por destruirse.

 “La familia es como un árbol, sus ramas podrán crecer para distintos lados, pero sus raíces siempre serán las mismas”

Solamente la familia puede dignificar al hombre y sacarlo de la pobreza afectiva que provoca el egoísmo, haciendo de él un ciudadano formado en virtudes sociales. Solamente la familia tiene las simientes necesarias para hacer florecer los campos áridos del individualismo y hacer de ellos un jardín de capullos perenne. Un edén verde esmeralda donde las flores no se marchitan sino que crecen con ansias enraizadas en el amor recíproco que las alimenta. La familia es la tierra fértil sobre la que se edifica una sociedad justa y honesta.

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