Creer o no creer, he ahí el dilema. Y más que creer, lo cual es un acto de libertad de cada individuo, considero que hay dos factores importantes para considerar:
1. Vivir de acuerdo a lo que crees
2. Entender y aceptar el libre albedrío de los demás
Hoy en día existen muchos factores que rodean la falta de fe, o de creencias religiosas, en las personas. Algunos dirán que fe y religión no son la misma cosa, yo – personalmente – creo que están íntimamente ligadas.
El Papa Francisco ha venido a darle un toque de frescura a la Santa Iglesia Católica, no porque la misma ya sea obsoleta, sino porque como todo en la vida necesita aires nuevos cada cierto tiempo. Cabe recalcar que con aires nuevos nadie se está refiriendo a cambiar la doctrina, no es momento de tergiversar ni sacar las cosas de contexto según me sea conveniente.
Algo que llama mi atención del actual Sumo Pontífice es su fe, pero sobretodo su coherencia, su convicción y su ejemplo. Caminar por la vida con esa mirada tan humilde y arrasadora, no cabe duda que es un don de Dios. Y S.S Francisco me invita todos los días, en cada palabra que comparte, a estos dos factores que se mencionaron al principio: vivir de acuerdo a lo que creo (esto implica un acto intrínseco y personal) y entender y aceptar el libre albedrío de los demás (esto implica un acto extrínseco y social).
Vivir de acuerdo a lo que creo se traduce a ser coherente: que mis actos sean un reflejo de lo que pienso, creo y profeso. Entender y aceptar el libre albedrío de los demás implica tolerar y respetar las decisiones de los demás, media vez estas no atenten directamente contra la dignidad ontológica de la persona, lo que incurriría en un atentado contra los derechos humanos específicamente.
Estas afirmaciones nos hacen reflexionar en lo siguiente: somos dueños y señores de nuestros actos. A la luz de la verdad en la que creemos, debemos esforzarnos y exigirnos cumplir con los lineamientos de nuestra fe en todo momento, respetando por encima de todo la dignidad de los demás. El segundo aspecto nos invita a re descubrir el significado de la tolerancia y vivir la misericordia con nuestro prójimo, que no es lo mismo que ser permisivo y alcahueta. Pero, ¿cómo?
Estamos llamados a predicar la belleza de la verdad en todo momento, de forma humilde, sencilla y con caridad. Predicar a través de la palabra, pero sobretodo a través del ejemplo y los pequeños actos. Sin embargo al mismo tiempo debemos recordar que todos los seres humanos nacimos con la facultad de elegir libremente, y no podemos – ni debemos – imponer nuestras creencias a nadie. Con esto quiero decir que así como estamos llamados a hablar y exponer nuestras posturas, a motivar a través de nuestro amor hacia la verdad, a educar y formar en valores, virtudes y principios básicos de convivencia; También estamos llamados a respetar, tolerar y convivir pacíficamente con aquellas personas que no creen ni comparten nuestras posturas o creencias.
El debate es un excelente ejercicio democrático, donde ambas partes tienen la oportunidad de expresarse y dar a conocer aquello en lo que creen y en lo que no. Por eso es importante exigir y ejercer la libertad, pero sobretodo entender el libre albedrío.
El ser humano nace con ciertas facultades, con algunas cualidades y ciertos defectos. La educación y la formación juegan un papel importante en las etapas tempranas del desarrollo de la persona, ya que es a través de estas como al ser humano se le puede potencializar sus cualidades y disminuir sus defectos, teniendo como meta final la excelencia humana y la auto realización de la persona. Y es justamente esta etapa la que prepara al ser humano para, en un futuro, tomar las decisiones más acertadas. Prepara al ser humano para entender la libertad como un medio hacia la felicidad plena e integral, y no como un fin libertino con placeres temporales.
Pero regresando al tema y concluyendo el mismo; la fe es un acto netamente personal – y completamente social al mismo tiempo. Mi fe es mía, pero lo que hago con mi fe es una proyección hacia el exterior que puede tener consecuencias positivas o negativas tanto hacia mi persona como hacia la institución en la que creo. La coherencia es un factor elemental dentro del tema de la fe.
Debemos entender, respetar y tolerar el libre albedrío de cada persona, pero debemos trabajar y luchar por incidir de manera positiva en la educación y formación de las personas a través de la palabra y el ejemplo constante.