Por Axel Beteta
1- La ignorancia. Escuchaba en la radio como un grupo de la organización i58 fue a regalar pelotas de plástico a una aldea con la esperanza que los niños jugaran fútbol con ellas. Para su sorpresa, no sabían que era una pelota y no sabían como jugar con ellas. A parte de sembrar y labrar, ¿sabrá un niño lo que hace un doctor, un ingeniero, un piloto, un teólogo o un abogado? No tiene esa gama de modelos a seguir que otros hemos gozado.
2- El ciclo de pobreza. Con las oportunidades tan escazas de trabajo, muchos niños únicamente crecen para seguir en el mismo círculo «invirtuoso» de sus padres, en una parcela sin drenajes, aspirando a sobrevivir y no a vivir. Con una educación que no alcanza el mínimo de días de escolaridad (gran parte derivado de maestros inmiscuidos en huelgas sin sentido), ¿cómo podemos esperar que se tengan las habilidades cognitivas para triunfar en el mundo laboral? Con más del 40% de menores desnutridos en nuestro país, ¿cómo podría convertirse en una mujer u hombre con habilidades físicas para trabajar?
3- Pésimos programas de salud sexual. Programas como «Ponételo», «A jugar por mi salud» o «#YoDecido», que confunden a los jóvenes y no los incentivan a la búsqueda de lo que verdaderamente importa para el desarrollo integral de un niño. Un claro ejemplo – la estigmatización del embarazo con el programa gubernamental «Protégeme del Embarazo», pero no «Protégeme del violador». Mientras las menores crecen con miedo a la maternidad, los criminales siguen felices «de parranda» en las calles de Guatemala.
Dime nene… ¿Qué vas a ser cuándo seas grande?