Con estas palabras la pequeña María perdonó a su asesino:

Sí, lo perdono por el amor de Jesús, y quiero que él también venga conmigo al paraíso. Quiero que esté a mi lado… Que Dios lo perdone, porque yo ya lo he perdonado.

Pero… ¿De quién son estas palabras que reflejan tan excelsa pureza?

La niña María de Goretti fue una de las mártires más jóvenes de la historia. Nació un 16 de Octubre de 1890 en Corinaldo (Italia), en el seno de una familia humilde cuya única  fuente de regocijo era el amor intenso a Dios.

Siendo tercera hija de siete hermanos, conoció el sufrimiento por el fallecimiento de su padre cuando tenía apenas diez años de edad. Por eso, tuvo que salir a trabajar desde muy pequeña para ayudar a su madre en el sostenimiento de su hogar.

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Sin embargo, más allá de la fortaleza por sacar adelante a su familia, lo que despierta gran admiración es su amor incondicional por la santa cruz. ¡Era hermoso ver cómo la niña se nutría de un amor intenso a Jesús! ¡Con ese rosario de madera enrollado alrededor de su muñeca que rezaba todos los días!

Una vez le preguntó a su madre:

-Mamá, ¿cuándo tomaré la Comunión? Quiero a Jesús.

-¿Cómo vas a tomarla, si no te sabes el catecismo? Además, no sabes leer, no tenemos dinero para comprarte el vestido, los zapatos y el velo, y no tenemos ni un momento libre.

-¡Pues nunca podré tomar la Comunión, mamá! ¡Y yo no puedo estar sin Jesús!

-Y, ¿qué quieres que haga? No puedo dejar que vayas a comulgar como una pequeña ignorante.

(Con la ayuda de sus vecinos, María recibió la Comunión el 29 de mayo de 1902)

En la misma hacienda donde residía la familia Goretti, vivía un aparcero de 20 años llamado Alejandro Serenelli que se enamoró perdidamente de la niña, pero no era un amor sano y gentil, sino más bien, un amor egoísta lleno de intenciones lujuriosas, una lujuria que se manifestaba en imágenes de mujeres desnudas colgadas en las paredes de su cuarto y proposiciones deshonestas hacia la pequeña María.

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Un 5 de Julio de 1902, cuando la niña tenía 12 años de edad, una escena dramática teñida de muerte se hizo presente en su hogar. Alejandro, al encontrarla sola en el umbral de la cocina, la invitó a ir a una recamara de la casa, pero María se negó, ¡ella sabía muy bien de los deseos impúdicos que volaban dentro de la cabeza de Alejandro!.

 – ¡María!, grita Alessandro. -¿Qué quieres?

 -Quiero que me sigas.

-¿Para qué?

-¡Sígueme!

-Si no me dices lo que quieres, no te sigo.

Ante el rechazo de la niña de somenterse a sus intenciones, el joven la agarró con destreza de un brazo y la arrastró a la cocina cerrando la puerta. ¡Los gritos de la niña fueron en vano!. Alejandro, enceguecido por la ira, amordazó a la niña e intentó arrancarle la ropa, pero ella se deshizo de la mordaza e hizo lo imposible defender su blanca pureza contra las violentas amenazas de Alejandro.

-No hagas eso, que es pecado… Irás al infierno.

-Si no te dejas, te mato.

Alejandro, al no poder someterla a sus deseos carnales, con un corazón agitado por la ira y la lujuria, se escandalizó y clavó un cuchillo en el abdomen de la niña, lo hizo una y otra vez hasta herirla de muerte, como si el pequeño cuerpo de la niña fuese un mero saco de grano. ¡Bastaron catorce puñaladas para dejarla sucumbida en el suelo!.

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La pequeña fue trasladada al hospital San Juan de Dios. Sus ojos eran dos luceros hermosos que se iban apagando lentamente. Con las últimas fuerzas que le quedaban sobrellevó el sufrimiento de las heridas, ofreciendo su casto dolor a Dios.

Antes de que se silenciara su corazón, el capellán que acompañaba a la niña, le preguntó:

– ¿Perdonas de todo corazón a tu asesino?…

Sí, lo perdono por el amor de Jesús, y quiero que él también venga conmigo al paraíso. Quiero que esté a mi lado… Que Dios lo perdone, porque yo ya lo he perdonado.

La niña alcanzó a recibir la Eucaristía y la Extremaunción de los enfermos al mismo tiempo que hizo público su perdón a Alejandro. Después de dos horas de sufrimiento, dos sublimes palabras salieron de sus labios: tengo sed. Luego, después de decir papá, su alma se elevó a los cielos para gozar de la paz eterna.

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Alejandro fue condenado a 30 años de prisión. En un profundo sueño la pequeña María le dijo: el cielo también es para vos. Él se arrepintió por los pecados cometidos y ofreció sus trabajados forzados y dolores para redimir su pena.

María Goretti fue beatificada en el año 1947 y canonizada en 1950 por el papa Pío XII.

– International Youth Coalition – Youth Defending Life And Family Around The World –