Esta es la experiencia de vida de un matrimonio que ha encontrado la felicidad en los rostros tiernos de sus hijos. Un amor conyugal que disfruta todo el año de los colores de la primavera, ya que su hogar es un jardín lleno de flores. Cada hijo es una flor.

“La familia es la primera y más importante escuela de amor. La grandeza y la responsabilidad de la familia están en ser la primera comunidad de vida y amor, el primer ambiente en donde el hombre puede aprender a amar y a sentirse amado, no sólo por otras personas, sino también y ante todo por Dios”(Juan Pablo II)

Los protagonistas de esta relación de amor son Rosa Pich (49 años), y Cheman Postigio (54 años), ambos son originarios de tierras españolas y llevan 25 años de casados. Los dos se han nutrido desde su niñez del afecto peculiar que emana de las familias numerosas (en la casa de él eran 14 hermanos, y en la de ella 16). Seguramente, por eso han querido obsequiar a sus hijos el gran valor de la hermandad, y para cumplir dicho deseo, nada mejor que llevarlo a cabo con varios hermanitos. Así es que con mucho amor trajeron al mundo 18 hijos, de los cuales tres descansan en el cielo. Al día de hoy, son la familia con hijos escolarizados más grande de Europa.

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 Con este mensaje nos deleita Rosa Pich

“Un hijo es un regalo de Dios y yo siempre voy a aceptar todos los regalos. Más aun si se trata de un nuevo ser que es para toda la eternidad. Aunque esté enfermo, cualquier niño es un hijo de Dios. La fe para nosotros es muy importante, rezamos cada día e intentamos ir cada día a misa para transmitir a nuestros hijos que lo más importante es recibir fuerza del Señor, que es a quien estamos destinados”

La pregunta que muchos se hacen: ¿Cómo se las arreglan para vivir? No hace falta esforzarse demasiado para imaginarse que en una casa con tantos integrantes todo es muy grande. Las ollas son gigantes, hay infinidades de platos, vasos y utensilios. Además, ¡la comida es un presupuesto! En la casa de los Postigio Pich se consume alrededor de 200 litros de leche por mes, 1300 galletitas, 12 barras diarias de pan, 25 kilos dMatrimonio Postigio edite carne, sin dejar de contar. Sin embargo, lo que más impresiona no son los números sino el amor que une a todos y cada uno de los miembros de esta familia.

Cuando son muchos hermanos hay que aprender a convivir juntos, ¡no queda otra! Se aprende a trabajar en equipo, ¡a hacer las paces cuando hay peleas!, a compartir y cuidar la ropa para el hermano más chico. Los hermanos aprenden a cuidarse los unos a los, en especial, los más grandes a los más pequeños. Se aprende que los libros no se tiran sino que pasan de unas manos a otras, por consiguiente, se concibe a la educación como una herramienta muy importante… Y entre tantas actividades compartidas, también se aprende a saborear el placer de la sobremesa.

“Cada día es una rutina, pero es cuando nos encontramos todos, alrededor de la mesa, en el que nos miramos cada uno a los ojos y yo puedo saber si mis hijos están contentos, si tienen algún problema… Es un momento muy íntimo en el que estamos todos juntos, no cogemos el teléfono y la televisión es un intruso” (Rosa Pich)

Por otra parte, uno de los aspectos que remarca Rosa es que si bien tener varios hijos implica un desgaste económico y humano significante, es de magna importancia haber sido generosa en la juventud para poder disfrutar en la vejez de la compañía de hijos, nietos y amigos.

“Al final ves que el corazón se ensancha, cada vez más y más. Mis hijos cada noche me dicen: mamá, ¿por qué no tenemos más?, no mellizos sino trillizos. Los niños ven que mamá está feliz, que está con todos, y que un hijo más es una alegría y unas ganas de vivir y de disfrutar” (Rosa Pich)

Flia Postigio-Pich

Finalizando, en una sociedad cuyos miembros sufren el invierno de la soledad, nada mejor que las palabras de una mamá que ha sabido entregar la calidez de su vida por sus hijos:

“Creo que lo mejor es darte primero a tu marido y con el fruto de ese amor dar la vida a los hijos, quienes con sus amigos hacen una familia muy extensa que contribuya a una sociedad en la que haya más amor y se busque más el darse a los demás que el egoísmo. Con una familia tan numerosa tienes poco tiempo para ti mismo y, en definitiva,  te das cuenta de que eres más feliz al dar que al recibir “