Mucho se habla del sexo débil y las mil y una desventajas que tenemos las mujeres en la sociedad; probablemente yo soy el 1% de la población mundial que piensa totalmente lo contrario.

Cansada de leer a las “mujeres revolucionarias” del siglo XXI decidí escribir acerca del verdadero significado del feminismo (el cual probablemente no será del agrado de las “verdaderas feministas”). El verdadero feminismo, más allá de ser un término que quiere buscar ser igual que el hombre, es simplemente la manera en que la el mundo, y la misma mujer, se debe entender y aceptar a sí misma.

En algunas situaciones suelo ser muy extremista, este no es el caso. No creo en la mujer que vive bajando la cabeza todo el tiempo, pero tampoco creo en la que con tal de demostrar su rol igualitario en la sociedad hace y deshace por doquier.

Entonces ¿en qué creo?
Creo en la mujer fuerte, que se esfuerza día con día por ser la mejor persona que puede ser para ella misma y para los demás. Aquella que conoce sus defectos y virtudes e intenta aprovechar al máximo todas sus habilidades. Creo en la mujer guapa, sin importar los estereotipos sociales, que se levanta todas las mañanas sabiendo que no hay otra como ella y que sin importar si existe o no alguien que la halague a diario sabe que su belleza es única y que va más allá del ojo humano. Creo también en la mujer que se respeta, aquella que no necesita enseñar mucho para llamar la atención de un hombre; aquella que con su inteligencia, sus ideas y sus conversaciones placenteras es capaz de robar uno que otro suspiro. Creo en la mujer que ama la vida, y que sin saber a ciencia cierta cuál será su futuro no se cierra a ninguna posibilidad, abraza cada una de las posibles situaciones que se le presenten en la vida. Creo en la mujer que cree en los hombres y en el amor, aquella a quien le han roto el corazón más de una vez pero está segura que todo pasa por algo y que sobre todas las cosas, para poder encontrar un amor puro y sincero debe ofrecerlo ella de la misma manera. Creo en la mujer que cree en el instinto materno, el cual no significa únicamente ser madre biológica sino ser amorosa, pendiente, generosa, tierna y atenta con las demás personas, no porque “eso se nos han inculcado culturalmente” si no porque así somos las mujeres. No es casualidad que estamos diseñadas para ser el hogar, durante 9 meses, de un nuevo ser; llevamos el instinto materno en nuestro ADN.

La sociedad hoy en día, desde mi punto de vista, quiere tergiversar el papel de la mujer en la sociedad. Ser mujer no implica únicamente ser madre o ama de casa, los constantes cambios en el mundo nos han demostrado que somos capaces de muchísimas cosas, y que algunas podemos hacerlas mejor que los hombres. Ser mujer no nos limita a ciertos aspectos de la vida en sociedad, pero tampoco debemos perder nuestra esencia de mujer… porque si no ¿para qué somos mujeres? No nos pueden dejar de importar muchas cosas y eso justamente nos hace diferentes, especiales… mujeres.