Proverbios 31,10 nos habla sobre la mujer virtuosa – aquella que a través de la libertad toma las decisiones correctas, aquellas que la llevarán hacia el bienestar y la plenitud de su vida. Ser una mujer virtuosa actualmente, es una tarea sumamente ardua. En primer lugar porque el feminismo radical nos quieren despojar de nuestras características femeninas – como la maternidad – por poner un ejemplo. En segundo lugar porque debido a la constante lucha de sexos, las mujeres consideran que el simple hecho de ser mujer, o vivir como mujer, es una desventaja, cuando es completamente todo lo contrario. Para los hombres funciona igual, solo que a ellos se les quiere despojar de sus características masculinas, equiparándolos de una manera incorrecta con respecto a las mujeres o vinculando algunas de sus características masculinas con la ideología machista (la cual existe, pero no podemos generalizar que todo lo que hace a los hombres ser hombres es machismo).

Para desgranar un poco el concepto es preciso definir qué es la virtud, Alasdair McIntyre – en su obra Tras la Virtud – la define de la siguiente manera: La disposición de elegir, lo que consiste esencialmente en un medio determinado con respecto a nosotros,  por la regla según la cual se determinaría un hombre sabio en las cuestiones prácticas

Una virtud es la capacidad de elegir el bien, es un hábito o práctica operante que tiende hacia el bienestar – tanto personal como social. Proverbios describe a la mujer virtuosa como aquella difícil de encontrar, más preciosa que las perlas, en quien su marido confía. Y es que, no es que sea difícil encontrar a una mujer virtuosa, lo difícil hoy en día es ser una mujer virtuosa (como lo es igual de difícil ser un hombre virtuoso).

Ser una persona virtuosa implica muchas cosas, pero podemos empezar con la más básica: el conocimiento, defensa y promoción del valor intrínseco de cada persona. A partir de ese reconocimiento, personal y social, la persona se re descubre a sí misma y profundiza en su característica transcendental. Esto le hace un llamado a los anhelos más profundos de su corazón: la búsqueda de la Verdad y la Belleza a través de la libertad. La libertad es el poder conocer a través del raciocinio y elegir a través de la voluntad. Al final de la historia, quien elige el bien crece en virtudes.

Por lo tanto, ser una mujer virtuosa o un hombre virtuoso es cuestión de elección. Pero esa elección debe darse en el marco de una voluntad formada entorno a la Verdad y la Belleza, a la constante búsqueda de los anhelos de nuestro corazón, al llamado trascendental que sentimos dentro de nosotros.

Más que encontrar al virtuoso, debemos ser el virtuoso.