La desobediencia civil y la manifestación pública (marchas) son derechos que todo ciudadano tiene para expresar el descontento hacia las acciones de su gobierno. Tal derecho no puede ser derogado, hecho que protege con dignidad el libre albedrío del ciudadano. Esta condición permite la confrontación de ideas con el estado de una forma pacífica y notoria.
Durante mi estancia en Europa he notado lo diferentes que son las posturas hacia la familia con respecto a América Latina. El progresismo es evidente, hecho que se sustenta en la situación que vive Polonia en el mes de octubre. Se han llevado a cabo numerosas marchas en contra de la agenda “conservadora” del gobierno polaco. Miles de ciudadanos han salido a la calle en las Marchas Negras para exigir que se despenalice el aborto (Polonia tiene una de las leyes más estrictas para el aborto en Europa).
Los argumentos del grupo organizador, que es evidentemente dirigido por adoctrinados en la teoría de género y feministas, es el reductio ad absurdum de “Mi cuerpo, mi decisión”. El aborto todavía está penado con cinco años de cárcel, por lo tanto, el pueblo polaco se ha unido al movimiento feminista que irónicamente busca con acabar la vida de miles de niñas aún no nacidas. Polonia es un país en el que se predomina el catolicismo. Alguna de las críticas que hace el movimiento abortista es que la Iglesia no respeta la secularidad del estado.
Por otra parte en Francia, los galos han también llenado las calles con el objetivo de luchar por los derechos de la familia. Alarmados por las políticas liberales del gobierno de Hollande, el grupo “Manif pour tous” fue formado. El conglomerado francés ha aglutinado más de 70,000 personas en sus actividades, especialmente luchando contra la ideología de género que el gobierno francés está suplantando.
Los dos grupos antes mencionados están en todos sus derecho de expresar sus puntos de vista y exigir cuentas al gobierno sobre las políticas que abordan. Sin embargo, el verdadero deber cívico y moral recae en cómo utilizamos las facultades que el derecho nos otorga para hacer (o no hacer) el bien común en la sociedad. La guerra ideológica para salvar a la familia continúa ahora con la antorcha de una potencia mundial que sorpresivamente no se ha adherido a la política de género americana….Vive le France!