“Otra más”, se ha convertido en la frase de muchas al ver día tras día noticias informando un nuevo caso de violencia contra la mujer. Realmente, al escuchar y detenernos en cada historia, es impresionante pensar hasta dónde un ser humano puede dar riendas sueltas a sus emociones, hormonas y rencores.

El caso de una joven llamada Hilary, abusada en una estación de transporte público en la ciudad de Bogotá, la intolerancia vivida en un barrio de Villavicencio en la que con secuestro, tortura y abuso terminaron con la vida de una mujer que tan sólo se encontraba trabajando en un puesto de arepas y para que no se llegue a pensar que solo puede ocurrir en la calle, días después se conoce un video de un periodista con un importante cargo en el gobierno, el cual estaba golpeando a su pareja hasta dejarle marcas y heridas significativas. Así como estos, puede que esta semana se publicaron pero a ciencia cierta no se sabe la cantidad de realidades que las mujeres pueden sufrir dentro o fuera de su hogar.

A la fecha, de acuerdo con el Observatorio de Mujeres en Bogotá, hay reportados 2.711 casos de delitos sexuales contra la mujer. Es una cifra demasiado alta que lastimosamente a pesar de los grandes avances de la humanidad en ciencia o tecnología, acceso a la información y demás, no parece que disminuyera, sino al contrario sigue en aumento.

¿Entonces, esto es un mal para todas las generaciones? Sinceramente, espero que no. En Colombia se han levantado organizaciones comunitarias, internacionales, programas Estatales y fundaciones en contra de este tema y aunque seguramente han podido fortalecer el acompañamiento y acceso a soluciones a las víctimas, este es un tema que se debe prevenir desde el hogar.

El Estado puede ejercer justicia, políticas y acompañamiento para las víctimas, pero la educación familiar desde casa es el elemento clave que podría hacer que estas realidades cambian. Si por un momento uno se detiene a pensar en cuál puede ser la causa de que un ser humano decida abusar o violentar a una persona, revisando el contexto cultural, familiar y físico, podríamos evidenciar que muchos de los victimarios tienen enormes vacíos, carencias y aun enfermedades mentales, las cuales no hay una amplia gama de estudios, fundaciones u organizaciones que busquen acompañar a este tipo de personas y no me refiero que no deban pagar condenación con sus delitos.

Nos limitamos a “debe estar en la cárcel” y “tiene que pagar” pero debemos prevenir a toda costa que una persona sufra primero de ausencia de ambiente de cuidado, vínculos emocionales débiles, enfermedades no tratadas y rechazo, para que así no se desarrollen humanos con potencial de abusador.

Y se puede prevenir desde casa, desde yo como individuo decido establecer relaciones interpersonales desde los hijos hasta los desconocidos, en respeto mutuo y no en poder, en espacios emocionalmente seguros, en donde se brinde perdón y no rechazo. La familia es la célula de la sociedad, conforme a como vaya a estar establecida, así estará la sociedad.