A mi hermano Juan Pablo.

Todos tenemos una misión en esta tierra y es de mi agrado decirles que mi hermano la ha encontrado, quiere ofrecer su vida al servicio de Dios y de su pueblo. Algo que no solo me enorgullece por ser su hermano mayor y haberlo visto crecer toda su vida. Sino por como lo hizo y la madurez que tuvo al decirlo a mis padres y a sus hermanos. El día de ayer entró al seminario y no puedo evitar sentir alegría pues las vocaciones al sacerdocio son más que extrañas en estos tiempos.

Esta decisión no fue fruto del azar, mis padres nos han puesto desde muy pequeños en diversos entornos los cuales podrían inspirarnos a tomar alguna inclinación sea clases de programación y talleres deportivos como servicio como monaguillos en la parroquia.

Vivimos en tiempos locos, se promueve la obtención del dinero como felicidad y el uso del egoísmo para volvernos felices. En esta cuaresma entrego todo esto para comprender cómo una persona es capaz de darlo todo por amor. El amor de Cristo y su cruz son un misterio constante y cada vez que veo al hijo de Dios crucificado no paro de buscar la razón de tal sacrificio.

Las vocaciones al sacerdocio están desapareciendo, y es nuestra responsabilidad como cristianos, como personas miembros del pueblo de Dios el presentar este llamado a tantos como sea posible. Quién hubiera pensado que de un monaguillo en las misas de domingos hubiera salido un seminarista, que Dios te bendiga y no te separe de su lado. Un fuerte abrazo y te dedico este pequeño escrito.