Desde hace 7 años, el Tecnológico de Monterrey Campus Guadalajara, a través de sus alumnos, reafirma su compromiso social y realiza un curso de verano para niños y jóvenes con discapacidad: CreceCamp. Un equipo de 30 estudiantes que conforma el staff, coordina aspectos que varían desde el uso de las instalaciones del campus, la planeación de actividades, la logística de tiempos y recursos, coordinación de voluntarios y talleristas y mucho más. Este año, superando los anteriores, CreceCamp recibió a 214 niños y jóvenes con discapacidad de distintos tipos (más de 20 diferentes), entre los que se encuentran discapacidades intelectuales, motrices, auditivas, psicosociales y mentales.

Como tallerista del año pasado y voluntaria en esta edición, me llevo una experiencia de lo más grata que comenzó desde las jornadas de capacitación. Un gran énfasis de las mismas, y que considero crucial, fue el tomar costumbre de llamar a las personas con discapacidad por ese término correcto, evitando los erróneos “minusválidos” o “capacidades especiales”. Después siguió la asignación. A cada voluntario se le asigna un “CreceKid” a quien acompaña durante las actividades de la semana. Fue una linda intriga el esperar a la asignación de mi compañero CreceKid, porque ya quería conocer su nombre, sus gustos y demás. Después llegó el momento de conocernos y comenzar a crear vínculos de confianza. Considero admirable por parte de los padres de los CreceKids el confiar a sus hijos en manos de jóvenes con relativa experiencia tratando con personas con discapacidad y agradezco que año con año reiteren esta confianza. Durante la semana de actividades acompañé a un tierno chico de 13 años con Síndrome de Down, apasionado del futbol, curioso y entusiasta. Realizamos diferentes actividades que eran asignadas conforme a la edad y capacidad de cada grupo de CreceKids, entre ellas realizar máscaras, escuchar cuenta-cuentos, hacer un títere, decorar galletas, participar en un rally y demás. El evento finalizó con una ceremonia de clausura que sirvió de convivencia para CreceKids, voluntarios y padres de familia.

Esta semana me reafirmó la belleza de los seres humanos. Aprendí a través de la curiosidad de los niños y de su capacidad de asombro que las trivialidades pueden endurecer nuestro corazón y que debemos recordar esa nobleza que hemos perdido. Aprendí de la buena actitud de los voluntarios y de la sonrisa que brindaban al entregar su tiempo desinteresadamente. Esta semana logré perder muchos miedos y ganar motivación. CreceCamp me enseñó a querer y cuidar a las personas con discapacidad y a mirarlos como se merecen, de humano a humano, porque, así como la tuya y la mía, cada vida vale.