El sábado 29 de abril miles de personas de todas partes del país salieron a las calles de la Ciudad de México para ejercer su derecho a la libre expresión y  manifestar pacíficamente la desaprobación del aborto.

A 10 años de haberse despenalizado el aborto en la CDMX hasta las 12 semanas de gestación, más de 176,000 seres humanos han muerto en las clínicas públicas de la capital del país, sin contar las clínicas privadas que lejos de “cuidar la salud” de las mujeres, implementan un negocio redondo muy lucrativo.

Muchos hablan del gran logro del aborto, en dónde las mujeres han podido “ejercer su derecho a decidir” sobreponiéndolo sobre el derecho a vivir de otro ser humano. Sin embargo, lejos de ser un ejercicio de derechos “humanos”, el aborto es y seguirá siendo un reflejo de la incapacidad del Estado para acompañar a las mujeres y brindarles las oportunidades necesarias para desarrollar su maternidad. El aborto es un reflejo de la mala calidad de nuestro sistema de salud preventiva, del sistema educativo y de seguridad que ven como única opción eliminar a un inocente cuando el problema que ellos debieron resolver se salió de control.

El aborto no es la solución; es una salida de escape, es sacrificar y condenar a inocentes por los problemas sociales no resueltos. Y claro, que mejor víctima que aquella que no puede gritar ni correr. Pero también las madres que recurren a estas prácticas son víctimas de las falacias y engaños que se esconden detrás de la “Interrupción Legal del Embarazo”, cuyo nombre es el principal eufemismo, porque bien sabemos que un embarazo no puede interrumpirse y retomarse luego como si fuese un interruptor.

Por esta razón miles de jóvenes, adultos, niños, niñas y familias enteras se dieron cita en el Monumento a la Madre para alzar la voz, defendiendo el derecho a la vida de las mujeres y de los no nacidos. Se desarrolló toda una fiesta en torno a la vida, con música, testimonios y mucha alegría. Luego se realizó la caminata que recorrió parte del centro de la Ciudad para culminar afuera de la Asamblea Legislativa, en dónde se leyó un posicionamiento respecto al tema.

“Un país que mata a sus hijos, es un país que no tiene futuro” decía San Juan Pablo II. Y realmente es así, llegará el tiempo en que nuestro país necesite sangre nueva, generaciones que cambien su entorno y le den un toque distinto a las cosas.

Un Estado que respeta el derecho a la vida de un no nacido, respetará todos los demás derechos humanos. Cada país debe generar las condiciones para que las nuevas generaciones puedan crecer, y no presentar el aborto como la única opción para solucionar las problemáticas que enfrenta la mujer.

Incluso, si lo vemos desde otra perspectiva, la defensa de la vida contribuye al desarrollo sostenible. Porque sería ilógico promover una agenda para el Desarrollo Sostenible, si las nuevas generaciones están muriendo antes de nacer.

Quien promueve un verdadero Desarrollo Sostenible, debe primero respetar la vida humana desde el inicio.