Recientemente tuve la oportunidad de leer este hermoso artículo, escrito por una admirable mujer, hija, hermana y sobretodo amiga que tengo la fortuna de conocer y querer entrañablemente. El mismo fue redactado con el propósito de ser compartido en el día internacional de la mujer; Definitivamente es una motivación más para abrazar la feminidad de la que Dios nos hace poseedores  y partícipes todos los días de nuestra vida.

¡Disfrútenlo!

Me despierto y a penas alcanzo a persignarme y hacer una pequeña oración de la mañana sin dejar de repetir en la mente la agenda de todo mi día. Mientras salgo de mi casa corriendo para el trabajo me reprocho por todo lo que desde el levantarme no hice como hubiese querido: secarme el pelo, maquillarme, usar otros zapatos, un suéter más abrigado; y así, una serie de quejas a mi misma distintas todos los días…

Manejo hacia el trabajo lamentándome por el tráfico y el no haber calculado mejor el tiempo, finalmente llego, parqueo el carro, respiro como para darme ánimo a todo lo que pueda pasar durante la jornada, cierro la puerta y dejo en el asiento de copiloto amarrada a una niña quejumbrosa. A mi niña interior.

Mientras subo en el elevador mi mente me transporta a mi realidad temporal: Soy una profesional. Entre reuniones, llamadas, correos electrónico, citas, informe; enojos y satisfacciones, puedo verme como desde una esquina de mi oficina sonriéndome y orgullosa de la profesional en la que me he convertido y de la pasión por mi trabajo. Interrumpo el pensamiento de orgullo con el del perfeccionismo que tanto daño me hace: “Lo podría aún hacer mejor. Soy capaz de más.” Paro y rápido vuelvo a cambiar de enfoque y transformo esos pensamientos de insatisfacción en adrenalina encauzada para procurar cada vez hacer las cosas mejor. En cuestión de 5 minutos soy capaz de felicitarme, reprocharme y volver a hacer las paces.

Dejo el edificio después de una larga jornada de trabajo y puedo sentir como a pesar del cansancio y una ensalada de emociones, se enciende dentro de mí una paz y alegría porque me dirijo al lugar en donde el tiempo y espacio se detienen, en donde no importa si me peiné hoy bien o no, si soy buena en lo que hago o no, en donde simplemente: puedo Ser. Entro al Sagrario, mientras me preparo para la Santa Misa y no puedo sino caer de rodillas. A veces con una dramática caída por el peso de mis aflicciones, a veces con cierta picardía para platicar con Él y contarle todo lo que me alegra, y muchas veces sin alguna emoción específica. Pero no importa como llegue, si de víctima o heroína, allí está el único que me entiende, El que antes de contarle todo lo que me atormenta o alegra, ya lo sabe. Allí está y su belleza me enamora, su luz misericordiosa hace el milagro más grande día con día: perdonarme a mí misma, a la niña quejumbrosa y a la adulta perfeccionista; Anestesia al remolino de emociones que nunca me dejan y puedo sentir como me dice: “Está bien. Tranquila. Así te diseñé. Te quise mujer.”

¡Me quiso mujer! Y esa es mi alegría. Ser la realidad de un sueño querido por Dios por toda la eternidad. Me quiso mujer y el escribió el complejo manual para tratar de entenderme. Me quiso mujer y me entiende, me ama, anima y da fuerzas. Me quiso mujer y me puso a Su Madre, a mi Madre Celestial como espejo en dónde poder reflejarme. Es así como entiendo que la dulzura, la paciencia, la pureza, la templanza, la fortaleza, el saber escuchar, el aprender a hablar, la actitud constante de oración, entre tantas que puedo ver en el espejo de la Santísima Virgen María son los desafíos más importantes de mi vida y que me llevarán a la plena alegría de saberme mujer. Hoy como soltera profesional, mañana como Él quiera, pero siempre junto a Él y María.

En este mes se celebra internacionalmente un día que no entiendo porque se celebra, y hasta me ofende un poco porque reconocido o no, con fecha o no, siempre es día de la mujer, porque siempre es día de María.

Mi mensaje para las mujeres es que no se pierdan en una lucha de un mal llamado “feminismo”. De esa corriente ideológica demoniaca de endiosar a la mujer sin Dios, de hacer menos al hombre y de utilizar el nombre “mujer” para hacer y deshacer a su antojo una gama de caprichos que solo destruyen cada vez más a quien se supone defienden. A mi ese tipo de mujer no me representa y la rechazo enérgicamente en su ideología.

En el momento en que sientas que tienes que probar tu valor como mujer es porque ya lo has olvidado. ¡Dios te quiso mujer! Y eso es el principal reconocimiento que te debiera llenar, todo lo demás, absolutamente todo lo demás, es secundario.

¡Feliz día!

“Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá” Lc, 1-45

Ligia Trujillo Góngora

 

 

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