El posmodernismo es la época en la que nos encontramos actualmente, que, como lo indica su nombre,  sigue al modernismo. Si bien este último se había caracterizado por buscar conocimiento con métodos científicos y datos medibles, el posmodernismo, en su lugar, es una corriente de pensamiento que pone por encima de la razón y el conocimiento verificable, los sentimientos y sensaciones. Y esto se ve reflejado en diferentes áreas de la sociedad.

Una clara evidencia del mundo posmoderno en el que nos encontramos, es la ideología de género. Entre los ejemplos más claros, hombres que se identifican a ellos mismos como mujeres son admitidos en competiciones femeninas y viceversa. Ya no importa lo que dice el genoma de un ser humano en cuanto a su identidad; solo importa lo que esa persona cree que es y lo que quiere ser. Y no solo es una cuestión personal, sino que la “nueva identidad” debe ser aceptada por el resto de la sociedad sin importar sus valores. La ideología de género hace de la identidad sexual una elección personal, a costa de la biología. 

No hay que ir muy lejos para encontrar a los que se “autoperciben” no sólo como personas del género opuesto, sino también de una edad diferente. ¿Dejarías que tu hijo adolescente estuviera en una relación romántica con un hombre de 47 años que se autopercibe como una chica de 16? ¿Qué es verdad? Con el posmodernismo ya no hay una realidad objetiva a la que atenerse. 

Resulta paradójico que esta supuesta libertad que se le otorga a cada persona con las nuevas ideologías solo está disponible para algunos, aquellos que se atienen a ellas y no las cuestionan. Pero cuando se trata de defender la verdad o compartir una opinión contraria, llueven las críticas y las censuras. Ahora hay que ser “políticamente correctos” y tratar de no ofender a nadie. 

En el posmodernismo la verdad es reducida a narrativas que distorsionan la idea de lo que es bueno o malo, haciendo de todo asunto moral algo subjetivo. Estas narrativas se cuentan favoreciendo a un grupo de personas y estigmatizando a otro, manupulando la opinión de las personas respecto a un tema en cuestión. Estimulan las emociones y la movilización de las masas, y dificultan el pensamiento crítico. Esto trae consecuencias como la destrucción de la familia, la persecusión a individuos y organizaciones, la normalización del abuso sexual, la hipersexualización de los niños, la parcialidad en el sistema judicial, el darle más importancia a los animales que a seres humanos, y el asesinato de bebés en el vientre como derecho a decidir.

Nos venden una “libertad” a costa de la muerte de la verdad. No hay límites ni moral. Pero la verdadera libertad se construye sobre la base de la verdad, y el establecimiento de límites sanos que protegen a las personas. Al quitar los límites morales quedamos expuestos al caos y el libertinaje, donde cada uno puede hacer lo que quiera, sin juicio de bien ni mal.