A lo largo de la historia hemos visto como es que el hombre ha hecho construcciones inmensas, que reflejan sus intereses y aspiraciones.

Me enfocaré en especial en la cultura occidental, y como a través de su historia las magníficas obras arquitectónicas nos demuestran en que lugar se sitúan frente al mundo.

Es muy común escuchar sobre el ethos, como ese orden en el que una sociedad coloca al mundo, al hombre y a Dios (divinidad), y si se va viendo estos órdenes, puede no soñar tan descabellado el como una construcción nos refleja más de una sociedad que simplemente una complejidad de ingeniería y arquitectura.

Si recorremos desde la antigua Grecia y Roma, hasta la actualidad podemos enontrarnos con magníficas obras como el Partenon, el Coliseo y así hasta llegar a un Empire State, Trump Tower, Sears Tower, todo esto claramente pasando por las grandes abadías que se encuentran a lo largo y ancho de Europa, las grandes catedrales que la Edad Media nos dejó en herencia, los magníficos palacios que se gestaron en la Edad Media y culminaron en el renacimiento… y como olvidad a todas aquellas culturas prehispánicas que a su muy particular estilo elevaron magníficas estructuras que hoy en día nos maravillan.

¿Que tienen en común todas estos lugares?

Todos nos hacen voltear hacia arriba, literalmente. Si uno entra a St. Stephen (San Esteban) en Viena, al Coliseo en Roma, se coloca bajo la torre Eiffel o la pirámide del Sol en Teotihuacán, forzosamente ve hacia arriba. En estos lugares, ya sea con un estilo sobrio, clásico o barroco lleno de oro y adornos, uno logra apreciar que el hombre siempre ha tenido un anhelo de eternidad, una necesidad de buscar lo trascendente, lo cual plasma de una bellísima forma en los recintos en los que ha de vivir y frecuentar.

Pero, ¿que pasa hoy en día? ¿Por qué ya no se construyen catedrales? ¿Donde quedaron aquellos mausoleos impresionantes?

Muchos historiadores, sociólogos y hasta antropólogos pueden decirnos que estamos viviendo una crisis social (más allá de las crisis humanitarias que se viven en varios países del mundo), donde el hombre se encuentra perdido, sin un rumbo o sentido.

Si bien basta con ver a nuestro alrededor para darnos cuenta de esto, podemos fijarnos un poco más a detalle.

Para ejemplificar esto podemos ver las construcciones (que con el perdón de los arquitectos), se quedan cortas.. son fríos edificios que carecen de un sentido; están hechos simplemente para satisfacer necesidades banales, construcciones hechas por el simple propósito de ser imponentes y ocupar un espacio, sin mayor trascendencia ni sentido.

Esto simplemente nos refleja la inmensa necesidad de las personas que el día de hoy vivimos por volver a encontrar la trascendencia de nuestros actos… que no solo estamos aquí para consumir oxígeno y producir dióxido de carbono… estamos en este planeta que llamamos Tierra para ser felices, fieles a nuestras convicciones que atienden a una esencia sobrenatural y fecundos en nuestras actividades, donde cada acción sea hecho para servir al prójimo y a su vez recordar nuestra propia dignidad.

Muchos dirán que el siglo XXI y su economía no soportarían la idea de emprender proyectos que involucren un recinto con detalles tallados a mano, cubiertos en hoja de oro y con paredes adornadas con obras de arte que enriquezcan el alma con el mensaje que transmiten, que para eso están los museos. Pero ¿que no fue así como llegamos al minimalismo? En un afán de practicidad.

Si volvemos nuestra mirada hacia arriba en los lugares que nos evocan trascendencia, recordaremos que a pesar de que en este mundo terrenal todo es temporal, vale bien la pena dedicarle tiempo y recursos a aquello que vale la pena: lo que nos enriquece el alma, fortalece el espíritu, recupera la esperanza en la humanidad y dignifica como personas. Aquello que nos recuerde a cada momento, que nuestra naturaleza es ser trascendentes.

Este post quiero dedicárselo a una persona 

que ha aprendido a voltear hacia arriba, 

que está en una constante búsqueda

del mejoramiento personal para poder 

colaborar con el mejoramiento del mundo; 

siempre con un anhelo mirando hacia arriba.

{El Palacio de Schönbrunn, Viena}

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