A lo largo de nuestra vida como seres humanos, la libertad de elegir ha sido parte de nuestro desarrollo y madurez. Nuestras capacidades humanas nos permiten conocer el mundo a través de nuestros sentidos, razonar a través de nuestro intelecto y elegir entre diversas opciones, por medio de nuestra voluntad, ejerciendo cierto tipo de libertad.

El concepto de libertad va más allá del “poder hacer lo que queremos”, y se encamina más bien a la “capacidad de elegir el bien mayor”. Esta conceptualización generalmente genera ciertos desacuerdos, sin embargo la finalidad del ser humano siempre ha sido la de buscar y alcanzar la excelencia humana, aquella que aspira a la adquisición de virtudes y la búsqueda del perfeccionamiento personal.

Y nosotras las mujeres, ¡cuántas elecciones tomamos en la vida! Desde el sabor de un helado, la ropa que nos acomoda más vestir, la carrera universitaria que queremos estudiar, el estilo de corte de cabello que queremos llevar, la universidad a la que queremos asistir, las relaciones personales que entablamos, los bienes que adquirimos, los lugares a los que viajamos, hasta cómo reaccionar ante ciertas adversidades de la vida; Aunque hoy en día, lamentablemente, todavía existen muchas mujeres que no gozan de ciertas libertades, hemos recorrido un largo camino por llegar hasta aquí, y debemos seguirlo recorriendo. Y nuestro recorrido debe tener como base y fundamento, en todo momento, la búsqueda del bien mayor.

Y dentro de todas las elecciones que actualmente muchas podemos tomar, la elección de pareja es un tema recurrente. ¿Qué tipo de relación aspiramos a tener? ¿Qué estamos buscando en un hombre? ¿Queremos un Mr. Grey o un Mr. Darcy, como compañero del resto de nuestra vida?

Las características de cada uno de ellos, desde la personalidad hasta  el trato hacia las mujeres son abismales. Si se trata de compararlos, asumo que cualquier mujer con dos dedos de frente sabría cuál es la decisión más acertada (aunque esta lógica personal, generalmente, no aplica de manera general). Sin embargo tras esta reflexión es cuando surge la verdadera interrogante, y es que toda decisión externa proviene inicialmente de una situación interna.

¿Entonces cuál es la verdadera pregunta? Cuando como seres humanos nos enfrentamos a tomar decisiones trascendentales, como puede serlo la elección de una carrera universitaria o la de una relación afectiva, nuestra decisión se ve afectada directamente por situaciones internas que poseemos como personas. Esto quiere decir que la verdadera pregunta no es si nos quedamos con Grey o Darcy, la verdad pregunta radica principalmente en quién somos, o quién aspiramos a ser, ¿Anastasia Steele o Elizabeth Bennet?

Elegir externamente es una actividad que realizamos de manera automática, pero el trasfondo no es tan sencillo ni trivial. Nuestras decisiones definen quién somos, pero también definen quién podemos llegar a ser.