Creo que desde que descubrí mi vocación y acepté el llamado que Dios me hizo, he reconocido que mi vida tiene más sentido de servicio y entrega hacia el otro, y es que es ahí, en ese espacio público donde he podido encontrar un motivo, las razones y las ganas de servirle también a Dios. De eso se trata, de hacer la diferencia de hacer lío.

Cada uno en su proceso de crecimiento espiritual, va reconociendo en medio de sus gustos, actividades, entorno y desarrollo intelectual,  qué es lo que mueve su vida, lo que lo dirige y sobre todo quien lo dirige.

En este proceso, como jóvenes vamos teniendo dudas, preguntas diarias como, ¿qué quiero hacer con mi vida?, ¿cuáles son mis proyectos?, ¿podría entregarle mi vida completamente a Dios?; situaciones que nos enfrentan para tomar decisiones claras algunas veces, otras borrosas y otras totalmente nubladas por la inseguridad o el miedo.

Este,  apenas puede ser el inicio de una aventura, de reconocimiento y descubrimiento de algo que Dios quiere y permite que vivamos para que con su ayuda podamos ver que es lo que  Él quiere para nuestra vida.  En cada uno, el proceso se presenta de manera distinta, se experimenta cómo y cuándo Dios quiere de acuerdo a su propósito, plan y proyecto de vida para con nosotros, teniendo en cuenta la libertad que se nos ha sido otorgada para tomar decisiones propias, y  que conocemos como el libre albedrío, pensando siempre y como nos invita San Juan Pablo II a pensar  que nuestra vida debe estar dirigida hacia la búsqueda de la santidad donde sea que nos movamos y a lo que nos dediquemos.

La santidad cristiana no consiste en ser impecables, sino en la lucha por no ceder y volver a levantarse siempre, después de cada caída. Y no deriva tanto de la fuerza de voluntad del hombre, sino más bien del esfuerzo por no obstaculizar nunca la acción de la gracia en la propia alma, y ser, más bien, sus humildes «colaboradores».

Muchos pueden ser los espacios en los que podemos realizar esta acción, de hecho en todos los espacios donde nos encontramos estamos llamados a actuar como Jesús. Es así y con oración y fe que se va descubriendo la vocación y asimismo, como se dará la respuesta de SI  a Dios. Como dice el Papa Francisco: “Las vocaciones nacen en la oración y de la oración; y solo en la oración pueden perseverar y fructificar.”

La vocación se manifiesta de muchas formas, puede ser religiosa, o de laicos comprometidos, puede ser política,  de familia, social, de misioneros y muchas más, todas son de admirar, cada una tiene un fin único y un valor incalculable.

De esta forma, la vocación empieza a hacer sus primeras apariciones desde muy jóvenes, y este es el caso de dos jóvenes que en su vida han experimentado un amor profundo hacia Dios, una relación personal y una respuesta de SI a ese llamado.

Liliana desde muy pequeña, motivada por su familia, ha creído en Dios, y creció en un ambiente muy católico. Con el paso de algunos años fue compartiendo con religiosas cercanas y en su colegio fue cuando se dio cuenta que quería servirle a Dios siendo religiosa, siendo monja. Su entrega total a Dios ha tenido varios tropiezos, con sus amigas, sobre todo porque le reclamaban tiempo y dedicación hacia ellas, tiempo que ella ya había decidido dar voluntaria y desinteresadamente a formarse y servir a Dios desde su comunidad religiosa.

Actualmente sirve en la misma comunidad donde inició su proceso de acercamiento y conocimiento de este llamado, en entrega y oración, pero así mismo en servicio a la comunidad y apoyando a los sacerdotes de una parroquia en Bogotá. Ella es un gran ejemplo de sencillez y humildad, con apenas 23 años, está completamente convencida de que su Si a Dios es más firme por amor a Él cada día. Igualmente, su felicidad es tan notoria que contagia a quienes se encuentran con ella, pues siempre está sonriendo. Otra muestra más de la presencia de Dios en su vida.

Hermana Liliana.
Hermana Liliana.

Lina es otra joven, que por estos días cumplió 25 años, ella es un grandioso ejemplo de piedad y una fe tan fervorosa, que en realidad sorprende. Cuenta que desde que tenía 10 años, cuando murió su abuelo materno, empezó a experimentar  en medio de su niñez momentos de mucha oración, rezaba el Santo Rosario y cuenta que  iba sola a Eucaristía todos los días.  No le atraía mucho la idea de hacer o jugar lo mismo que sus amigos o compañeros de colegio, “realmente lo que me inquietaba era acercarme a Dios”, dice. A medida que pasan los años su relación con Dios se hace más fuerte, ora cada vez mas, lee vida de Santos pues desea con su corazón ser Santa y hora tiene deseos de ver si su vocación está dentro de una comunidad poco conocida. Quiere ser Monja Cartuja y consagrarse a Dios. La  orden de los Cartujos, es absolutamente contemplativa y llena de sacrificios. En el mundo solamente hay 77 monjas cartujas, justamente por el nivel de sacrificio de esta orden cuyos aspectos principales son la soledad y el silencio. Los cartujos son tan austeros y sencillos que son una muestra de entrega absoluta a Dios. Sin embargo aún no está lista y sigue en un proceso interesante de discernimiento, que con la ayuda de guías espirituales va recorriendo para agradar a Dios.

Estos son solo dos testimonios de dos jóvenes que han dicho SI a su vocación, que han tenido un proceso diferente y que Dios, solo Él, ha sabido cómo llamarlas y conquistar su corazón para llevarlas por un camino de Santidad y servicio. Como ellas, somos muchos los jóvenes que hemos escuchado su voz,  y son de distintas maneras las que se puede ejercer una vocación. Algunos se hacen los sordos y no se dan cuenta de ese llamado, otros simplemente se hacen a un lado y siguen su vida como si nada, y otros solo la rechazan.

Todos podemos encontrar el camino, es cuestión de estar atentos, caminar de la mano de Dios, querer hacer su voluntad y responder como el merece que lo hagamos, pues una vez el dio su  vida por amor a nosotros, y de esta forma, nosotros estamos llamados a dar la vida por los demás. Sea cual sea tu vocación, sea cual sea el discernimiento que estés llevando, no te atemorices, sólo Dios en medio de la oración sabrá decirte que quiere de ti, sólo abre el corazón, escucha con atención y permite que tu entendimiento esté dispuesto a aceptar en libertad, para que de esta forma podamos seguir construyendo una Iglesia joven, diferente, activa y ¡haciendo lío!