El Papa Francisco, durante su visita a México en febrero de 2016, se dirigió a los jóvenes con estas palabras: “ustedes son la riqueza de este país, son la esperanza de México”

México tiene un bono demográfico a su favor, casi la tercera parte de la población, aproximadamente 37.5 millones de habitantes, son jóvenes de entre 12 y 29 años; pero esta realidad no durará siempre, algunos estudios demuestran que en el 2020 la población joven irá disminuyendo.

Sin embargo, México no cuenta con políticas públicas efectivas que en verdad potencialicen el talento y energía de los jóvenes para favorecer al desarrollo económico y social del país. Las oportunidades de empleo y para terminar sus estudios son pocas y no llegan a todos los jóvenes. El gobierno mexicano no se ha dado cuenta de la enorme oportunidad que trae consigo el bono demográfico, debe aprovechar la edad productiva en la que se encuentra gran parte de la población actual.

En América Latina y el Caribe, las y los jóvenes enfrentan especiales desafíos para hacer escuchar su voz, para ampliar la participación en las instituciones públicas y la inclusión en los beneficios para el desarrollo social.

Según el Informe de Desarrollo Humano sobre Juventud del PNUD, los jóvenes reciben pocas oportunidades de participación, lo cual ha provocado que exista desconfianza hacia las instituciones políticas.

Por otro lado, algunos críticos hablan de que las oportunidades existen, pero no hay interés por parte de los jóvenes.  La actual generación se caracteriza por la poca participación en asuntos sociales, políticos, hay apatía y no hay un sentido de solidaridad con los demás.

Desde mi punto de vista, creo que no todo está perdido, aún confío en los jóvenes. Tengo esperanza en mi generación y en las que vienen.

Una muestra clara de ello, fue la reacción de todas las personas, en especial de los jóvenes, frente a los sismos que sacudieron el país en septiembre de este año. Cientos de personas abarrotaron las calles para brindar su ayuda, donaron su tiempo, esfuerzo y ayuda en especie para las personas que habían perdido su hogar e incluso a seres queridos.  Los jóvenes salieron a la calle sin que nadie los convocara, en seguida se organizaron en brigadas, centros de acopios, voluntariados, se sumaron a las largas filas para retirar escombro, ayudaron a separar los víveres y crearon campañas de donación a través de redes sociales.

No todo está perdido, quizá necesitábamos que un sismo de esa magnitud cimbrara nuestro país para remover conciencias, era necesario que nos sacudiera y nos forzara a salir de nuestra zona de confort para poder ayudar, que nos recordara que somos humanos, parte de una misma sociedad y cultura, de una misma patria.  Realmente espero que después del sismo, todo sea distinto, que en verdad este acontecimiento nos marque y nos impulse a involucrarnos cada vez más en los asuntos públicos, que nos volvamos más solidarios y pensemos menos en el bien personal y más en el bien común.

El Papa Francisco no se equivocó en sus palabras, era necesario un acontecimiento tan impactante para que los jóvenes despertáramos y nos diéramos cuenta de la riqueza que hay en nuestra generación y en nuestro país. No es demasiado tarde, estamos muy a tiempo de levantarnos y caminar de manera distinta, con nuevos rumbos y un mismo objetivo: Fortalecer a México. No hay que esperar a que esas condiciones se den, hay que generarlas nosotros mismos.

La juventud es el periodo de lo posible, entonces ¿qué nos impide hacer cosas grandes? #FuerzaMéxico