Desde la cosmovisión bíblica, la vida humana se funda en el diseño divino, de allí se desprende el principio de que todos los seres humanos fuimos creados a imagen y semejanza de Dios (Gen 1:27). La creación relatada en el Génesis, en sus alcances, diferencia la vida humana de las demás formas de vida, Dios le confirió al ser humano de una dignidad especial entre los demás seres creados (CRUZ,1999) hecho que es manifiesto al poseer los humanos características diferenciadoras de los otros tipos de vida (animales o plantas) como la autoconciencia, capacidad reflexiva, subjetivismo, abstracción, creatividad, espiritualidad, volitividad, racionalidad, afectividad, entre otros atributos. (DONNER, 2016)

La estrecha relación entre la concepción de dignidad humana y el valor de la vida con el reconocimiento del Dios de la Biblia es un aspecto que los fundadores de los Estados Unidos tuvieron en cuenta para sostener la inalienabilidad de la vida:

“Cuando los fundadores de los Estados Unidos escribieron en la Declaración de independencia que los seres humanos tienen derechos inalienables <<dotados por su Creador>>, querían decir que los derechos deben proceder de una fuente trascendente- una fuente superior al estado- de otro modo no serían inalienables” (PEARCY, 2019)

Lo anterior significa que Dios, no el ser humano, es la fuente y fin último de la creación. El hombre no puede ser el fin último de todas las cosas creadas porque él hace parte de la creación, toda la creación tiene el propósito de dar gloria al creador (Col 1:16). Pero además toda la gloria testifica de la existencia y poder del creador (Rom 1:20). El hecho de ser creados a imagen y semejanza de Dios provee al ser humano de un valor supremo e  inapreciable que descansa en él, pero que trasciende a él, al ser dado por Dios. Por lo tanto, este valor no es redefinible por el hombre, sino que ya ha sido definido por Dios, este valor no es susceptible de ser restringido o revocado por las leyes humanas porque trascienden a la naturaleza humana.

. En cuanto a los alcances de esta premisa se tiene que, por el hecho de ser portador de semejante valor, el ser humano debe ser tratado dignamente, como persona y no como cosa u objeto, esto debiendo ser reconocido no solo de manera privada, sino que también debe materializarse en cuanto a los reconocimientos de derechos que hagan las legislaciones. Los reconocimientos anteriormente expuestos se aplican a toda vida humana sin tener en cuenta su etapa de desarrollo, formación, origen o edad, es decir, que toda vida humana debe ser protegida y respetada por ser portadora del valor inapreciable conferido por Dios, esto sostiene la inalienabilidad del derecho a la vida.

La inalienabilidad de la vida humana implica que el valor y derecho a la vida tiene repercusiones para con los otros (la sociedad) y para con el estado, por lo tanto, el postulado o regla general es que todo ser humano merece que su vida sea respetada, que no sea tratada como objeto, que no pueda ser comercializada y que no sea quitada, es decir, toda persona por poseer un valor profundo, que le ha sido conferido por Dios y que por lo tanto le pertenece, merece que su derecho a la vida no le sea violentado o violado.

Bajo lo anteriormente desarrollado sí se puede defender la inalienabilidad de la vida, porque existe garantía de que el estado no podrá modificar algo que él no ha conferido, un atributo que ha sido otorgado por un Dios que está por sobre su autoridad y al que el estado debe sometimiento, además del reconocimiento de lo ya existente y no su distorsión, redefinición o desconocimiento. Ciertamente todo ser humano es poseedor de una dignidad y en esto hay acuerdo entre las dos visiones sin embargo hay una profunda e irreconciliable diferencia en cuanto la antropología humanista y la antropología bíblica que es precisamente la que permite que existan prácticas que amenacen o acaben con la vida o no.

Existe una diferencia entre estas dos perspectivas en cuanto a la creación y el ser humano, a la trascendencia de la dignidad y a la función del estado. La posición humanista se hace insostenible  pues pregona un atributo que sus presuposiciones no pueden sostener.  La dignidad humana desde su visión se convierte en un asunto de conveniencia política, económica o social… una ficción útil y no es concebida como lo que es, un atributo de inapreciable valor dado por Dios a toda vida humana que debe ser respetado, reconocido y protegido.

 

Bibliografía:

 

  • CRUZ, A. 1999. Bioética cristiana, una propuesta para el tercer milenio.
  • DONNER, T. 2016. Posmodernidad y fe, una cosmovisión cristiana para un mundo fragmentado.
  • PEARCEY, N. 2019. Ama tu cuerpo, respuesta a preguntas difíciles sobre la vida y la sexualidad.