Colombia es un país hermoso desde donde se le mire, en el horizonte hay infinidad de paisajes entre los que se encuentran llanuras, paramos, montañas, cordilleras, selvas y desiertos. Es el país con más diversidad de aves y anfibios y el segundo más biodiverso del planeta. También, grandes riquezas minerales están bajo su suelo oro, plata, platino, titanio, esmeraldas, coltán y carbón. Adicionalmente, bellas ciudades de estilo colonial se mezclan en el paisaje con metrópolis prosperas y desarrolladas y los colombianos que caminan por sus calles brillan por su talento, entre los que sobresalen Juanes, Shakira, Rigoberto Uran, Nairo Quintana, Adriana Ocampo, Carlos Vives, Fernando Botero, Juan Pablo Montoya, James Rodríguez y muchos otras que harían interminable esta lista.

Para comenzar, como decimos en mi tierra, no todo lo que brilla es oro y no todos los colombianos que gozan de popularidad en el interior o exterior del país son ejemplo de virtudes, aunque hayan muerto. Es poco probable que para el lector suene desconocido el nombre de Pablo Escobar Gaviria, líder del Cartel de Medellín, organización criminal dedicada a la producción, venta y distribución de cocaína. Paralelamente con Escobar, los líderes del Cartel del Norte del Valle, Las FARC, los paramilitares, el ELN y todas aquellas estructuras delincuenciales dedicadas a negocios al margen de la ley, y quienes desde mediados de los 80 y hasta la actualidad, han socavado los valores que distinguen y sustentan una sociedad honesta y trabajadora.

Cabe preguntarse entonces ¿Qué ha mantenido funcionando económicamente a estas estructuras criminales? Para que cualquier negocio licito o ilícito entre en el ciclo económico se requieren dos cosas, que se encuentren la oferta y la demanda. Pues bien, para tener la capacidad de ofrecer un bien un negocio requiere fundamentalmente de mano de obra y capital. Sin embargo ¿A quién se le ocurriría trabajar para estructuras criminales? La respuesta se encuentra en el desempleo, que en el caso de Colombia desde hace más de una década rosa los dos dígitos, el difícil acceso a educación de calidad, la corrupción, especialmente la estatal, y donde 4 de cada 10 colombianos apenas alcanza a consumir la ingesta calórica para mantenerse vivo, han obligado durante décadas a que personas honestas vean en este negocio una forma de sobrevivir. En cualquier caso, el impacto de dicho fenómeno social se puede estudiar desde múltiples ámbitos, pero el que aquí interesa es el impacto en la juventud colombiana, específicamente en los millennials colombianos.

Siendo honestos, ¿Quién no se siente atraído por el dinero fácil? grandes cantidades de éste sin poco esfuerzo, además de estar rodeado de mujeres hermosas, carros suntuosos, una casa con piscina y demás lujos y comodidades que ofrece mercado, especialmente si se trata de un joven con grandes sueños pero que proviene de una familia pobre y sin oportunidades. Este es el caso de millones de jóvenes colombianos que empezaron a ver en los traquetos a sus ídolos, especialmente porque los traquetos como Pablo Escobar partieron de una situación parecida a la suya. Básicamente, en un país sin oportunidades los “narcos” o traquetos se convirtieron los héroes y modelos a seguir de muchos niños y jóvenes.

De paso se ha dicho, que para que un negocio se sustente, no solo se requiere de la oferta, también se necesitan consumidores. En la década de los 80 los consumidores se concentraban principalmente en los mercados de New York, Madrid y Barcelona. Pero desde que traquetos estadounidenses y mexicanos, o gánsteres, vieron la oportunidad de aumentar las ganancias produciendo los estupefacientes en territorio mexicano y estadounidense, los traquetos colombianos fueron perdiendo una porción de mercado importante lo que los obligo a buscar clientes al interior del país especialmente en los bares y discotecas de mayor prestigio en Bogotá, Medellín y Cartagena. Desafortunadamente, logrando cada vez un número mayor de adictos.

Aunque Pablo Escobar ya murió, el negocio del narcotráfico sigue vivo y el número de adictos va en aumento, entonces es un reto para esta generación encontrar un camino para contrarrestar los perversos efectos de éste en los jóvenes, con mecanismos efectivos de prevención del consumo de drogas y políticas que favorezcan el fortalecimiento de la familia como núcleo fundamental de la sociedad.

 

*Imagen tomada de https://cieloalatierra.files.wordpress.com/2013/03/drogadiccion.jpg