El pasado 21 de marzo fue el día mundial del Síndrome de Down, un diagnóstico que representa una alteración cromosómica en el ser humano que causa ciertas limitaciones para el desarrollo de su vida. Por largos años el avance para la inclusión en espacios públicos y privados de esta población ha sido enorme, anteriormente pocos doctores se atrevían a realizar intervenciones para mejorar la calidad de vida de las personas con Síndrome de Down, no existían centros de apoyo y estimulación o personas profesionales especializados en dar respaldo y herramientas a los familiares, sin embargo, estos avances para la última década han sido en vano.
En una investigación realizada por De Graaf, Buckley y Skotko, publicado en el European Journal of Human Genetics (Revista Europea de Genética Humana) en 2020, logró establecer cifras que revelan el porcentaje de abortos realizados a causa de diagnosticar Síndrome de Down en los bebes en gestación. En países como Portugal y España es más del 80% de niños que son abortados al enterarse que tienen aquella alteración cromosómica. En Inglaterra, Escocia y Gales está permitido optar por abortar hasta el mismo día del parto en caso de que esté diagnosticado con Síndrome de Down.
Increíble es la paradoja que ha llegado la humanidad a exigir una inclusión e igualdad de derechos para todas las personas pero que ahora se valora y se le brinda el derecho a la vida a bebes por las capacidades que pueden tener, es claro que cualquier diagnostico medico requiere mayor esfuerzo para la sostenibilidad y el disfrute de la vida pero es incoherente pensar que un ser humano tiene la capacidad para decidir quien decide vivir y que sus intenciones sean justificadas por las limitaciones físicas o mentales.
Este día de conmemoración debería ser un llamado de atención y reflexión a que se le está dando valor en la sociedad, que el miedo, egoísmo, esfuerzo y prejuicios no sean justificación para creer que porque una vida tiene ciertas limitaciones no tiene valor. La vida es sagrada, es un milagro y merece ser respetada por encima de cualquier circunstancia.