Cuando escuchamos hablar de “brecha de género” en el lenguaje político y cultural, vemos comúnmente que se tiende a justificar este término en la existencia de desigualdades entre hombres y mujeres, pero poniendo un mayor énfasis en la situación vulnerable de las mujeres. No es casualidad, por ejemplo, que en Colombia la campaña de creación del Ministerio de la Igualdad tenga como una de las banderas más importantes el fortalecimiento institucional de las políticas en pro de la mujer en el país.
Sin embargo, a pesar de que es necesario proporcionar oportunidades a las mujeres, no se puede negar que el diagnóstico de las inequidades se ha vuelto reduccionista, sin suficiente fundamento investigativo de las realidades profundas que viven ambos sexos. Los gobiernos alrededor del mundo han puesto mucho esfuerzo y dinero en agendas públicas con enfoque en la mujer, descuidando el trabajo en torno a las particularidades del hombre y las desventajas que socialmente este tiene para el pleno desarrollo de sus capacidades y su plan de vida.
Uno de los aspectos más olvidados dentro del botiquín de emergencia para la reducción de las “brechas de género”, es la inseguridad en el trabajo, una problemática que afecta mayormente a los hombres que a las mujeres. Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), “cada año alrededor de 317 millones de personas son víctimas de accidentes de trabajo en todo el mundo y 2,34 millones de personas mueren debido a accidentes o enfermedades profesionales” (OIT, 2022).
Los mayores accidentes mortales se dan en los sectores de la industria, agricultura, minería y construcción. Si analizamos estas profesiones son mayormente realizadas por los hombres, ya que se adecuan mucho mejor a sus capacidades físicas y biológicas, sin embargo, al no ser enfatizadas dentro de las proyecciones de seguridad de los países, no se toman las suficientes medidas para la prevención de la mortalidad por accidentes. Además, las estadísticas de la OIT no hacen una diferenciación de los casos por sexos, lo que encubre más este fenómeno.
En el caso colombiano, al analizar las cifras del Dane sobre Mercado laboral según sexo (2022), a pesar de que en desempleo y temas salariales la mujer tiene cierta desventaja, los trabajos que presentarían mayor riesgo por el uso de tecnología y carga pesada están en manos de los hombres (Dane, 2022, p.9). Esta situación debería equilibrar un poco el debate en torno al discurso redundante del supuesto privilegio de los hombres sobre las mujeres. Ambos sexos son relevantes, interdependientes y se necesitan mutuamente por el hecho de coexistir. Una discapacidad en un hombre producto de una inadecuada protección laboral, puede acarrear una carga mayor, incluso emocionalmente, para su pareja o cuidador del sexo femenino.
En fin, el hecho de no parcializar la atención en un solo sexo podría crear mayores beneficios que desventajas para ambos sexos. Este tema no solo debería aplicarse a la seguridad en el trabajo, sino incluso a las posibilidades que se les brinda a los hombres para estar con su familia y fortalecer lazos con esta. La campaña de victimización de la mujer frente al hombre puede hacer que este se sienta con una responsabilidad y culpabilidad adicional que no debería agregarse al deber diario y complejo de trabajar para sustentar su hogar y aportar a su país. Después de todo, es una gran falencia social el no reconocer que los hombres, pilares fundamentales para la preservación y desarrollo de la sociedad, también están en riesgo.
Referencias
OIT, 2022. Salud y seguridad en el trabajo en América Latina y el Caribe. Tomado de: https://www.ilo.org/americas/temas/salud-y-seguridad-en-trabajo/lang–es/index.htm#:~:text=De%20acuerdo%20con%20estimaciones%20de,a%20accidentes%20o%20a%20enfermedades%20profesionales.
DANE, 12 de diciembre de 2022. Mercado Laboral según Sexo. Boletín Técnico: Gran Encuesta Integrada de Hogares Agosto – Octubre 2022. Bogotá. D. C. Tomado de: https://www.dane.gov.co/files/investigaciones/boletines/ech/ech_genero/boletin_GEIH_sexo_ago22_oct22.pdf