La revolución tecnológica, al igual que la revolución industrial antes que ella, ha cambiado de manera relevante la forma en que se perciben y se hacen las cosas. En este contexto, mucho se hablado de cambiar de raíz aquello que hemos heredado de quienes nos antecedieron, muchas veces de manera irracional.

¿Qué debemos cambiar y qué debemos conservar en la sociedad moderna? Esta es la encrucijada en la que nos encontramos cotidianamente. En todo momento estamos rodeados por los insensatos progresistas y los necios conservadores; y ambos grupos usualmente sólo se sustentan en ideologías y no en argumentos lógicos.

La familia es un elemento fundamental de la vida en sociedad que es continuamente asediado en este tenor; y el tema es tan complejo que no puede contestarse verdaderamente en un escrito como este. Sin embargo, creo que hay algo que tenemos que tomar en cuenta antes de expresar opiniones al respecto.

El centro de las sociedades y de las familias son las personas, los individuos que conforman las comunidades pequeñas y grandes. Repensar los conceptos de la vida en sociedad a la luz de lo que hemos aprendido de la revolución tecnológica debe significar un regreso hacia ellos, quienes debieron ocupar el centro de nuestra atención desde siempre.

Aquí la pregunta podría ser: ¿a qué se debe que en el título de este texto se haga referencia a la descentralización, y en el contenido se explique que el centro son las personas? La respuesta es sencilla: porque si la atención se fija en los miembros de las familias —no uno, sino todos—, nos encontraremos ante una realidad multifactorial, de redes… Parecida al internet, principal factor de esta revolución tecnológica.

En efecto, ya no sólo se trata de que los padres trabajen para el bien de los hijos, sino que lo hagan para su propio desarrollo personal. De igual manera, los abuelos se entienden también como hermanos, o como tíos. En esencia, se trata de ver a los miembros de las familias como personas en toda la extensión de la palabra, no simplemente como sujetos de responsabilidades o derechos en virtud de su rol familiar.

Cuando de verdad aprendamos a entender la descentralización de las familias en la dignidad de sus miembros, habremos dado un gran paso para enfrentar la modernidad.