El fin de semana pasado tuve la oportunidad de vivir el retiro “Aprender a Amar” de la asociación Amar al Máximo. Al leer el nombre del retiro es casi natural creer que es absurdo. ¿Por qué alguien debería aprender a amar?, si se supone que todos lo hacemos o al menos pretendemos saber hacerlo. Pero basta una sencilla pregunta interior para darnos cuenta de la realidad, ¿de verdad sabemos amar?

Este retiro se basa en la Teología del Cuerpo de San Juan Pablo II para compartir un mensaje de amor sano, de conocimiento interior profundo para poder amar como Jesús nos mostró. Principalmente trata el tema de las relaciones afectivas de pareja, promoviendo noviazgos con bases sólidas para matrimonios exitosos en el futuro. Fue muy agradable ver cómo algunos jóvenes, en especial varones, iban aceptando este mensaje paulatinamente, convencidos de que su resistencia a esta postura anteriormente era por mera lejanía a Cristo. El conferencista, Evan Lemoine se empeñó en presentar los complejos postulados filosóficos del Papa de una forma amena y sencilla, incluso con canciones. Los temas fueron dirigidos con una secuencia que permitía primero hacer una introspección y definir metas y deseos personales, después escuchar lo que Dios quiere de nosotros en una relación para al final empatar ambos caminos en la búsqueda de matrimonios santos. El tema de la vocación matrimonial y de la vocación religiosa también fue un tema importante, ya que Evan logró equiparar la importancia de ambos para que dimensionáramos que estar en matrimonio con otra persona es tan trascendente como el matrimonio con la Iglesia y con Cristo. La cereza en el pastel fue la dirección espiritual individual y al final una hora eucarística con la imposición del Santísimo a cada uno de los participantes y miembros del staff.

Este retiro reunió a 91 jóvenes cuyo interés inicial era conocer las formas en las que sus relaciones de pareja, sean presentes o futuras, podrían ser exitosa. Pero fue grata nuestra sorpresa cuando descubrimos que nuestra más grande ganancia fue un acercamiento real a Dios a través de los otros.