Al ver las noticias cada día, sea por televisión, redes sociales, u otros medios, es evidente que la sociedad va en un declive moral y que se está normalizando lo que no es normal. Especialmente hablando del valor de la vida humana, tanto en los actos criminales que se cometen a diario, como en lo que se legisla gubernamentalmente en contra de la vida, parecemos ir de mal en peor.

Pero eso no es una novedad y lo sabemos. La pregunta que deseo plantear para reflexionar es ¿Qué puedo hacer yo? ¿Qué puede hacer cada uno desde las diferentes áreas de la sociedad en las que se ve envuelto?

Se pueden pensar un sin fin de respuestas, y también hay que decir que en cada país hay variadas organizaciones que tienen una amplia gama de programas, proyectos y estrategias con las que se apunta a resolver uno o varios de los problemas que enfrenta la sociedad y el mundo en general. Pero hoy quiero enfocarme en las respuestas sencillas y prácticas a la pregunta “¿qué puedo hacer yo?”, que sumándose todas pueden dar un gran aporte al mundo presente y a las futuras generaciones. Aquí vamos:

  • Cuando se encuentre en una  situación de riña , trate de no responder a los golpes sino con palabras suaves, o simplemente alejarse.
  • Ceder el puesto en el transporte público a una persona mayor, con discapacidad o con un bebé en brazos.
  • Evitar las discusiones infructuosas en los comentarios en redes sociales.
  • Corregir a los niños y castigarlos sabiamente.
  • Ser radical en no negociar los principios y valores con respecto al aborto, la eutanasia y el valor de las personas por encima de los animales u objetos.
  • En la medida de sus posibilidades, apoyar económicamente a fundaciones que ayudan a personas necesitadas como mujeres con embarazos difíciles, niños huérfanos o adultos mayores.

Al llegar a este punto de la lista surge otra duda ¿Podemos lograr estas prácticas ignorando el Manual de Instrucciones dejado por el Creador? ¿Podemos actuar de una manera moralmente correcta dejando de lado al mayor Modelo por excelencia? Y creo que ya sabes la respuesta: ¡no!

La más grande necesidad de la humanidad es reconocerse pecadora y necesitada de un Salvador, Jesucristo. Una vez se le ha reconocido y aceptado lo primero que se restaura es la relación vertical con el Padre Celestial, un cambio de corazón que llevará a restaurar las relaciones horizontales con las personas a nuestro alrededor y con nuestro entorno, dándonos la capacidad de darle a cada uno el lugar que se merece y de respetar la dignidad humana.

Si queremos salvar vidas, primero debemos reconocernos como muertos ante el único que puede darnos vida, Jesús,  quien, al morar en nosotros por medio del Espíritu Santo, y con la guía de su Palabra, la Biblia, nos ayudará a realmente cambiar nuestra manera de vivir, pensar y actuar para bien. Porque tratar de resolver los problemas externamente sin tratar el problema del corazón, es solo una solución momentánea con una falsa ilusión de cambio que eventualmente se va a desmoronar.