En Orlando ocurrió la peor matanza en la historia de Estados Unidos: más de cincuenta personas en un antro gay fueron asesinadas a tiros y otras tantas fueron gravemente lesionadas. El ataque, perpetrado por una persona supuestamente leal a Daesh (ISIS), ha sido calificado de terrorista y, como tal, ha despertado reacciones muy marcadas, y ha avivado muchos conflictos de la vida política de ese país que parecen no tener respuesta.
Antes de abordar cualquier tipo de debate, debe realizarse una pregunta fundamental: ¿El planteamiento con que se ha abordado la cuestión es el correcto? A simple vista, pareciera que en realidad no existe ni siquiera una “base” teórica que guíe las interacciones, como si todas las expresiones fueran impulsadas únicamente por motivos políticos para promover cierto tipo de agendas en todo el mundo: suscitar la discriminación contra el mundo musulmán, motivar la prohibición de las armas en Estados Unidos, incentivar al movimiento homosexual y su penetración social… Todo sin un plan claro de análisis y de cómo responder de manera inteligente a la problemática.
En este sentido, es necesario regresar al sustento de la política, que va más allá de la simple búsqueda y uso del poder. En efecto, el sentido del poder público es fundamentalmente el bien común, el establecimiento de condiciones necesarias para que las personas sean verdaderamente libres y puedan desarrollarse en la plenitud de su ser.
Asimismo, la globalización en el mundo actual ha modificado los alcances de la política, pues ahora el nivel de interconexión aumenta la influencia de los actores y les da impacto internacional. Así, el debate tiene que tomar en cuenta el bien común global, centrado en las personas de toda nacionalidad en cualquier territorio.
Estas ideas forman una estructura teórica humanista clara, rectora del debate. La discriminación contra el mundo musulmán, la prohibición de las armas en Estados Unidos, la penetración social del movimiento homosexual: con esta visión, todos estos temas son analizados de forma clara, sin el espíritu de agenda política vacía y utilitarista que exacerba los radicalismos que sólo consiguen acabar con la paz social.
Y, si continúa el debate sin tener en claro la centralidad de la persona de toda la acción política y social, al final sólo seguiremos las agendas de los más fuertes o populares.